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domingo, 26 de octubre de 2014

Glorificación al ser que pudiera nacer

GUSTAVO MERINO FOMBONA*
Ponderamos como de modo incesante el manantial de la vida: 100 años, transcurre en un decatlón, rally, caída libre incesante, el azar y la paradoja de cada entidad humana disparada a Coney Islands en descarnadas inmolaciones por la carrera vital de indescifrables encrucijadas sobre vivencias, en el mejor estado de casos felicidades en inflexión y con intermitencias cada vez más distantes.

Conocer hoy que somos 7 mil doscientos millones de seres humanos en el mundo y que en el año 2050 seremos casi 10 mil millones, evidenciando las paradojas mortales que reflejó el británico Thomas Robert Malthus con las asimetrías entre la oferta demográfica y las carencias de recursos, aunado diríamos a un planeta en el futuro altamente contaminado y de extremas subsistencias. Esto fundamenta el estado de colapso que pudiera determinar el prospectivo crecimiento desmedido de la población sin auscultar las necesidades integrales humanas y sus necesarios cielos espirituales de evolución: elementos de sentir, sensibilidades, inteligencias conmovedoras y genio creativo supremo. No lo aprecio tan esperanzador. Creo rotundamente en familias maduras con pocos hijos, incluso con las posturas optimistas que "civilicemos" otros espacios y planetas. Debido a las vigentes debilidades antropológicas del hombre y su ambición genética que obra estructuras amplias de destrucción maligna, salvo como todo concepto con excepciones minúsculas.

Por esto mientras la humanidad transcurra en millones de años para elevar el rango positivo, armónico cultural, recomiendo modestamente que nazcan en las familias ya consolidadas uno o dos hijos para esmerarse en atención y desempeño ciudadano, en función de labrar una civilización gradualmente mejorada. Hago en este escrito una loa a una recién nacida como metáfora a cualquier ser en el mundo que nace mientras escribo o que pudiera hacerlo en algún segundo. Considero un desespero frenético cuantitativo en traer proles al orbe sin dedicar el precioso tiempo humano para hacer de ese ser un espectáculo del renacimiento y no números de alumbramiento.

Canto a un ser imaginario, a su importancia de nacer y ser:

Nuez de vida/ que haces reaparecer la naturaleza y sus pensamientos con pálpitos a cada incógnita/ a cada manto de remolino/ a cada elemento no despejado/ pones a navegar en la garganta al cosmos y sientas a todo ser/ en el hechizo/ de la interrogación comunicando con la efervescencia/de ver el átomo de Dios/ tan cerca de toda humanidad/ abierta de fluorescencia/ donde las arenas incomprensibles/ contienen el pecho de la creación/ que divinizan/ las veredas/ del belfo/ persistente/ aquel que se unta eterno/ donde hasta en la impresión de la nada se teje el misterio del todo.

Las bicicletas se derraman en los cuentos de un mago que posee medias lunas en los bolsillos, los despega en los tobillos de los vivientes, desde los ojos de los vinos hechos goletas, donde las aves son valses lentos, ralentizados de movimientos, solo pisando arco iris, costas de nieve y arenas doradas, recepción de una reina venerable y carruajes en alegrías trufadas, turrones de planicies muestran los pianos alados, violines se multiplican en los estómagos sembrados por naranjas, es la magia de tu primer escrito preñado en el sentir de quienes te oímos, los acordeones y obleas planetarias de tu aparición.

Elegías ráfagas de hostias, un querubín con mil cabezas de trovadoras, tres mil alas de periquitos, las nubes pletóricas de esferas gravitacionales con antílopes dormidos y papagayos bañando su pensar debajo de los ríos, noventa elefantes en una palma humana de alazanes críos abrazando un paisaje con panes y felinos alados, las marinas reverianas bajan con pantuflas reparten algodón con el abrazo de osos,  sus pechos de perezas, impúberes de Botticelli rezan lo eterno de una fe que erige el cosmos, de una bisabuela que trenza guarderías, en el contrapunteo de planetas engolosinados, ya el lazo de la maravilla es lo único que usa la palabra atravesar, la manzana olímpica en todos los vientres, la goajira borda las costas de la metáfora en los ángulos de hadas, salta el alma con la pértiga de acrílicos, al saber que quenas y botutos gigantes traen una niña abrazada a las brisas de pichones conejos que silban la poética, de una mitología de ternuras que reclama lo terráqueo, que imparten pizarrones de lagos y los cisnes son lápices de mil cuerpos que aman, tu moldura donde faraones, reyes, emperadores, presidentes y poderes se diluyeron y queda tu entidad de lazos, dones y cigüeñas, vientre de luz, cantos y velas.

Debo esta balada a cualquier nacido o nacida o por nacer para el pensar preexistente, a su valor existencial, a la reflexión necesaria de la dignidad sobre la filosofía de la presencia vital y su manejo superior.

*Doctor en Patrimonio Cultural, Posdoctor en Gerencia y Estudios Políticos, Profesor UCV/Unimet/ULAC

policulturalidad@yahoo.espoliculturalidad2@gmail.com
Publicado por: Oscar Flores.

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