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sábado, 8 de diciembre de 2012

El poder cultural

Si hay un poder real, práctico, orientador, verídico y de guía filosófica que pide a gritos, con los pulmones del infinito, esta tierra fracturada en mil pedazos por incertidumbres atadas a la obstinación primitiva del diseño del planeta terráqueo, es el poder cultural.
Además del eterno poder moral o el Olimpo deontológico, esta última acepción acuñada por el inglés Jeremy Bentham, el poder cultural, urge como terapia a tantos desmanes mundiales.

Microscópico queda el Renacimiento ante las celestiales necesidades y reclamos estructurales de este mundo, que engendra desasosiego, inquietud, paradigmas violentos, huracanes despiadados contra el alma, esterilizando bestialmente la civilidad del humanismo. Vivimos una etapa extrema de infertilidad espiritual.

Bajo ínfimas excepciones, somos una incivilización de intemperies obscenas que nos lleva a empujones a una psicosis abismal y hueca. Predomina la disecación estructuralista, hemorragia de un enjambre de ciudades y pueblos persiguiendo un decatlón subexistencial, cuya meta es el desconocimiento y aniquilamiento de los enlaces humanos. Esto hace de nuestra esfera un reclamo gigante por su rehumanización.

La densidad monocultural planetaria ahoga reloj y espacio, nos hunde en una pantalla uniforme equivocada, epidérmica, intrascendente, estadística, desapercibida, invivible, que entierra la factible opción de la profundidad humana individual o grupal. Parecemos amarrados y llevados en cohetes alineados con destinos del azar por un pilotaje sociológico ferroso donde solo el andamio respira.
in contemplación ni conceptos, sin perspectivas ni texturas. La ternura hoy es carnada del humor. La lucidez anda talada por la velocidad, dejando cementerios andantes.

El poder cultural debe liberar sobre institucionalidades castrantes, evitando así que una metáfora sucumba décadas, para ser comprendida, gerenciada y usufructuada por esta tierra. El poder cultural debería ser supra, es decir, brújula prístina de las naciones. Del poder cultural se derivarían Repúblicas culturales, Gobernaciones y Alcaldías culturales hacia la ciudadanía cultural.
 
Presidentes del poder cultural Juanes o el Gabo en Colombia, Dudamel o Abreu en Venezuela, Bertolucci en Italia…

Profesor titular de la Unimet