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domingo, 26 de octubre de 2014

Vigencia del patrimonio cultural

GUSTAVO MERINO FOMBONA*
Es sindéresis poseer un espacio valorado para asirse en cualquier existencia, desconectar las pirámides de los egipcios, el Partenón de los griegos, el Coliseo de los romanos, Jerusalén a los cristianos, la archibasílica de San Juan de Letrán en Roma a los paleocristianos o los restos de la domus ecclesiae: Asamblea o Casa Iglesia de Dura Europos en Siria-reducto privado originario de culto cristiano altamente reprimido del siglo III d.C.

Alejar o extinguir la iglesia San Pedro de la Nave en España a los visigodos combatientes contra el Imperio Romano desde el siglo IV, devastar a la mezquita Kairuán en Túnez a los islamistas, dejar deteriorar y por ende perder la cúpula de la mezquita Selimiye en Edirne Turquía o la mezquita del Shah en Isfahán Irán/la Mezquita del Shah es una mezquita situada en Isfahán (Esfahān) en Irán, fue construida para el soberano safaví Shah Abbas I, entre los años 1612 y 1630. La Mezquita del Shah está situada en el lado sur de la plaza de Naghsh-i Jahan, es de la dinastía safávida. Es un ejemplo excelente de la arquitectura islámica de Irán-maestría persa, supongamos su inexistencia. Joya islámica paroxística por su lenguaje espiritual, dios en policromías, cúpulas acebolladas -inscripciones o caligrafías árabes-arabescos ornamentos del alma conceptual sobre el dios Alá-paisajismos ingentes que emulan un cielo verde alado, despejado y sobresaliente, tocar lo providencial con el aeropuerto de la voz arquitectónica, no cuidarlos sería crimen cultural.

Inyectar amnesias a la plaza del Registán en Samarcanda Uzbequistán con sus tres madrazas o puertas monumentales al reinado religioso y un espacio emancipado-libre al sol como área pública semejante a una ciudadela para los pueblos del mundo, es una gracia social impoluta en lo singular de su uso. Todos estos monumentos son patrimonio cultural de la humanidad, óigase bien de toda la humanidad no solo de los musulmanes. Por ende de la estimación o revaluación de la raza humana que ha ascendido su obra con estos referentes, más directamente en el caso de estas últimas mezquitas para los islamistas. Igual sucede con las culturas propias de cada nación. El patrimonio cultural es un navío o hábitat energético que encumbra la dignidad y el noble orgullo de existir sabiendo sus orígenes representados por la arquitectónica historia de los siglos representativos de lo vivido por los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos.

Sin estas plantas físicas, el ciudadano pareciese nacer de la nada, sin arraigo, sin estancia, sin inspiración, sin brújula, solo caído de un árbol. La estimación sociológica de la ciudadanía preña su decencia valorativa de la sabiduría de su historiografía. A nivel individual las experiencias y sus sapiencias son su patrimonio en alto grado. Igual para la colectividad la presencia de arquitecturas de otros siglos donde seres de la misma importancia de los que nacerán en el futuro vivieron, padecieron, compartieron felicidades y luchas hace que la plataforma arquitectónica del pretérito, su comprensión, su sustento, su majestad, su uso decoroso, valoración, promoción y difusión construyan la preclara conducta ciudadana ante la vergüenza de deformar la estatura de su pasado identitario. Cuando el patrimonio cultural integralmente no es interactuado en un país, sino es derribado, deformado e incomprendido, la conducta ciudadana se relaja, se degenera, diluye sus rompeolas morales y cae en una entidad vacía, llevada a cualquier deformación actitudinal.

No mantener en un decoro impoluto al Taj Mahal en Agra India, construido por Sha Jahan como mausoleo a su esposa en el siglo XVII, destronar las catedrales de Salisbury o la Canterbury o el castillo de Windsor joyas góticas británicas, las obras de Gaudí en Barcelona España modernismo del XIX y XX, incluso no prever que obras como los edificios tecnológicos de Foster el arquitecto británico o la torre de Jean Nouvel de Agbar inspirada esta última en el surrealismo de Dalí serán patrimonio cultural de la humanidad. Y cómo hacer entender ante la voracidad del constructivismo financiero y bursátil (con excepciones) la significación de mantener las joyas de la ilustración de los abuelos como linterna y oxígeno de orgullo vivencial para enfrentar el mañana con baúles de paradigmas inconfesables, sería una traición cultural suicida y vemos como sangra la civilización al fracturar el concepto de humanismo: la misma importancia de luz tiene un ciudadano de la edad media que uno que nacerá, si es que llegamos ahí, en el siglo 42.

Sobre la belleza de estos legados bien decía en el texto Historia de la belleza a cargo de Umberto Eco, el poeta británico John Keats "La belleza es verdad, la verdad es belleza: eso es cuanto sabemos-y debemos saber-sobre la tierra".   

*Doctor en Patrimonio Cultural, 
Postdoctor en Gerencia y Estudios Políticos, 
Profesor UCV/Unimet/ULAC

Publicado por: Oscar Flores.

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