Nos encontramos en la encrucijada de la génesis del siglo XXI. Un año posterior a la primogénita década de este novel milenio. Qué paradigmas evolutivos habrá que vencer. Es como focalizar una linterna en las gavetas sustanciales de la neopostmodernidad, aquella que reafirma toda pluralidad y desacraliza los contenidos vacíos de los poderes conocidos, como lo han insinuado en sus contextos antes Nietzsche y Jean Baudrillard, filósofo galo fallecido hace pocos años. Pero hay que insistir operando y hurgar en la esperanza de la raza humana.
Necesitamos profundizar años luz en el levantamiento de estamentos culturales que leviten al planeta, en su desempeño y roces de mejoramiento. Educar infantes con ensimismamiento hacia la genialidad y el trayecto humanizador, que erijan con sus aportes y amores por la vida humana, mapas cuyo bosquejo, diseño y construcción partan de la pasión por las artes y sus derivaciones, activando una generación cultural. ¿Cuánto se ahorraría en violencia, crimen, opulencias irracionales, períodos de horrores por las injusticias, anhelos de naciones de desaparecer otras, empresas meganacionales por extinguir toda propuesta o invento emergente, odios en racimos dentro de las familias, segmentaciones étnico-religiosas-políticas-clasistas-generacionales, inquietudes de la extinción humana por intereses de poderes involutivos, tragedias particulares y colectivas, etc., si existieran en el atlas terráqueo muchos gobiernos culturales? Imaginemos regiones de connotación creadora, la parroquia toda musical, otra fraguada de pintura y esculturas, otra de literaturas, otra de danza y así. Labremos una ciudad de cuatro millones de habitantes cuya hechura sea por inspiración de Don Quijote, otra urbe levantada en honor a Romeo y Julieta.
Un municipio en Chile cuya arquitectura sea la poética de Neruda. Aremos en los nuevos espacios culturales, como contenido de gobernabilidad. Eso nos salvaría por lo menos el alma y muchos legados, ascenderíamos un grado más en la carrera por la civilización, ya sería bastante. Como dice Benedetti, No te rindas, por favor no cedas, porque no estás solo, porque yo te quiero. Yo agregaría, te quiero cultural.
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